La historia de la vida de D. Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, marqués de Zenete y Señor de Ayora, no se puede explicar sin la rebeldía de un AMOR en mayúsculas con Doña María de Fonseca.
Aunque sus andanzas amorosas eran tan conocidas como su habilidad con la espada, se enamoró perdidamente y fue correspondido por María, con la que pretendió casarse, pero su padre Señor de Coca y Alejos, quería desposarla con su primo con el fin de retener su patrimonio territorial. No obstante, la dama había quedado prendada de D. Rodrigo, profesándole un gran amor. Fue por eso que Fernando de Aragón dictaminó que María fuese recluida en el castillo de Arévalo, hasta que un consejo real decidiese con quien se casaría. Se celebró un desposorio por poderes, pero María quería tanto a Rodrigo que se negó a cohabitar con su primo. A su vez Rodrigo no cejaba en su empeño de tomarla por esposa. Así que hizo correr el rumor de que él se había desposado con anterioridad con María, lo que convertía al primo en cuestión en bígamo.
También viajó a Italia para hablar con el Papa e intentó que este legitimara la relación. Fruto de este viaje traería el estilo renacentista a Ayora y al reino.
Ante los continuos desacatos la Reina Isabel I de Castilla ordenó que el marqués fuese encerrado en el Castillo de Cabezón. Al mismo tiempo, los Fonseca confinaban a María en sus dominios solariegos, donde se atrevió incluso a desafiar a la mismísima Reina Isabel: «Señora, yo soy mujer del marqués y otro no ha de ser mi marido».
Esta situación tampoco debió ser nada fácil para la reina, ya que Rodrigo había sido educado junto a su hijo D. Juan en la Corte y era evidente el cariño que esta le procesaba. Debió de ser un auténtico quebradero de cabeza, mantener los equilibrios de poder, cultura y religión de la época ante esta provocación.
Después de la muerte de la Reina, la cuestión seguía sin resolverse y como el Rey Felipe El Hermoso buscaba apoyos entre la nobleza, puso en libertad al Marqués.
Aunque el rey intentó solucionar el conflicto entre los Mendoza y los Fonseca, pero la muerte le sobrevino antes. Aprovechando la confusión reinante, D. Rodrigo con la ayuda de una conspiración palaciega, rescató a su amada del convento burgalés donde estaba recluida.
La osadía del Marqués fue enorme al desafiar al consejo Real. La apuesta le salió bien ya que fue perdonado en 1507 por Fernando de Aragón y por fin su matrimonio pudo celebrarse, aunque su mujer fue desheredada. Esto provocó un gran escándalo social, teniendo gran repercusión incluso en el cancionero y poemario popular.
Rodrigo llevó a María a Jadraque, más tarde a Granada y por último al castillo de Ayora, donde residieron junto a sus tres hijas hasta el final de sus días. El 23 de febrero de 1523 murió apenado, por la muerte de su esposa que había fallecido pocos meses antes, actualmente están enterrados juntos en una preciosa sepultura en el convento de Santo Domingo de Valencia.
Ahora puedes pasear por las calles del barrio de Los Altos y las estancias del Castillo, donde se vivió un amor igual en todo el reino.